1 de abril de 2011

El recuerdo

La noche es propicia para los pensamientos extraños. Son su debilidad. Fortalecen su estima por el misterio. Mientras contempla una película de los cuarenta en el televisor con el sonido estrangulado por interferencias (le parece reconocer a una jovencísima Jean Simmons arrastrando al abismo a Robert Mitchum) se pregunta si no existirá en una dimensión desconocida un país habitado por seres humanos que son los recuerdos de quienes viven en el mundo real. Él mismo sería un habitante más, un recuerdo en la memoria de quienes le conocieron o creyeron conocerle, y, por lo tanto, atrapado en el tiempo que otros le conceden. Como espectros de una vieja película cuyos actores ya han muerto todos pero viven cada vez que alguien aprieta una tecla. Se pregunta quién haría de él un hermoso recuerdo al que volver cuando las cosas se tuercen y se hace imprescindible respirar el mismo aire que una vez nos hizo felices, aunque no fuéramos conscientes de ello. También se pregunta quién le tendría apartado como un mal recuerdo al que esquivar para no remover las arenas movedizas donde, si caes en ellas, eres engullido por una amargura siempre hambrienta. Y él mismo podría dedicarse a pasear por esos paisajes tan familiares y al mismo tiempo tan desconocidos, buscar en ellos las mejores sonrisas, las pieles más cálidas, las lealtades menos vulnerables, los compromisos permanentes. Lo bueno de ser un recuerdo, sobre todo si te pilla en tus mejores años, es que nunca envejecerás y permanecerás siempre con los rasgos inalterables mientras haya vida al otro lado de la pecera. Lo malo es que te sentirás observado y, lo que es peor, guiado y dirigido por quien tiene el poder de decidir sobre tus palabras y hechos, manipulando a su conveniencia lo que realmente ocurrió para embellecerlo o mancillarlo. Tal vez en este mismo momento haya alguien al acecho de lo que fuiste y siempre serás en su memoria. Tal vez te obligue a pronunciar palabras que suenan en su interior con tanta intensidad que ahoguen las súplicas de la verdad. Tal vez te recuerde como nunca fuiste.

Tino Pertierra

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